Motor a reacción

En 1952 los británicos lanzaron el Comet, un avión presurizado a reacción capaz de alcanzar las 500 millas por hora. El uso del motor a reacción, además de permitir velocidades superiores de vuelo, reducía las vibraciones, por lo que se redujo la solicitación del fuselaje y se redujeron los gastos de mantenimiento. Y como consumían queroseno el coste se redujo a la mitad, al no necesitar las hasta entonces habituales gasolinas de lato índice de octanaje que empelaban los motores alternativos. Con este tipo de motores todo parecían ventajas pero debido a los numerosos accidentes producidos por la rotura del fuselaje en pleno vuelo hizo que el avión terminara su carrera comercial en apenas dos años.

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